Cuando el día termina para el alma

Hoy quiero cerrar las puertas, y que nadie traspase mi umbral. El mundo está en mi contra, se cierra cada vez más. Todo pasa y todo termina. Aprenderé a mascar la soledad como un tortuoso lastre de mi alma. El peso que ella lleva sola. Y ya no puede más.
Existe un momento en que todo queda más allá, un refugio donde uno ya no puede sentir nada. Llegar es la consigna cuando uno no sabe dónde está. Buscando siempre más abajo y más adentro, más lejos de lo que alguna vez creímos poder llegar.
Hoy quiero cerrar las puertas y que nadie traspase mi umbral. Yo no conozco al ser humano que describen los poetas románticos, sólo encuentro el plomo del odio y el frío de la indiferencia en cada mirada, cada toque, cada palabra. Nunca nada más. Y me preguntan porqué me alejo ¿No ven que ya nada queda, nada que rescatar?
Quiero huir de este mundo donde cada cosa que encuentro se vuelve un peso a mis espaldas, de este jardín desolado y mustio donde el sol ya no llega, porque algo me dice que después existe la luz. Busco escapar de las sombras que me hostigan y que han relegado mi esencia al más oscuro calabozo.
El dolor. Esa celda sin fronteras de la cual no se puede escapar, una cárcel sin barreras que asfixia poco a poco con su terrible hedor a soledad.
Hoy quiero cerrar las puertas y que nadie traspase mi umbral. Hoy ansío ese silencio del que antes tanto huía, porque ahora sé que es lo único que existe. Pero ¿Saben? A pesar de todo soy la única manzana aún intacta en el cajón, y por eso les deseo que nunca traspasen mi umbral…